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PERSONALIDAD NARCISISTA

    NARCISISMO. NARCISISTA
    PROBLEMAS? TODO SON PROBLEMAS
    PERFECCIONISTA. QUIERE HIJOS PERFECTOS. Educar a los niños con una actitud en la que no se permiten los errores podría crear en ellos inseguridades y otros problemas de autoestiMA
    NO EMPATIA. trata a la gente etiquetandola como ganadora o perdedora, bueno o malo. No tiene en cuenta que todos somos hijos de un mismo dios y toda persona, por ser humana esta dotada de emociones y sufre y rie. Y que hay que tratarla con respeto
    Vanessa Van Petten escribe sobre paternidad y adolescencia en el blog RadicalParenting.com. Su próximo libro¿0btengo mi permiso antes o después de ser castigado? será publicado en septiembre.
    ¿Cómo saber cuándo exigir a los hijos para formar personas fuertes y capaces, y cuándo estamos exagerando y truncando su posibilidad de ser felices y sentirse contentos con quienes son en realidad?
    La frase «quiero ser perfecto» fue buscada 14,800 veces en Google este mes. Con ello y los miles de artículos de autoayuda, internet se revela como el faro de los inseguros que buscan desesperadamente lograr la perfección.
    Mientras nuestra sociedad se obsesiona cada vez más con la idea de la perfección, los padres y sus hijos son los más vulnerables a esta infección.
    Constantemente leemos sobre los padres helicóptero, mamás y papás que, en el nombre de la perfección, están siempre encima de sus hijos asegurándose de que hagan lo que deben estar haciendo.
    Para muchos padres, el sentimiento de deficiencias y la búsqueda de la impecabilidad son una terrible combinación que crea una curva infinita de nuevos posibles logros que no serán satisfechos, pues la perfección permanente es un logro imposible.
    Los padres pueden sufrir a la hora de adoptar la mentalidad de perfección, pero los niños también cargan con esto.
    Un sentimiento patético
    Shamima, de 17 años, explica lo que muchos adolescentes piensan: “Si cometes un error, la impresión que tienen las demás personas de ti se verá afectada, y eso nos hace patéticos”.
    La actitud perfeccionista de un padre también prepara a sus hijos para toda una vida de insuficiencias.
    Shamima agregó que los adolescentes saben que otros estudiantes en su escuela tienen habilidades más fuertes. “Cuando reciben sus calificaciones, hay una fuerte sombra de remordimiento. Por dentro los estudiantes creen que sus padres anhelan que sean los mejores”.
    La competencia frenética y poco saludable es uno de los mayores efectos secundarios de la búsqueda de la perfección por parte de los padres. En lugar de ver los logros de los amigos como inspirativos o positivos, Shamina comparte que sus amigos exitosos “son como montañas que producen una sombra sobre otros compañeros. La mayoría de los adolescentes se sienten desmoralizados y sienten que no valen nada, a menos que se les compare con algo más bajo”.
    Este trágico sentimiento también lo comparten muchos adolescentes que sienten que no pueden estar felices por sus amigos porque sus propios padres esperan logros superiores.
    Amy Chua, una madre tigre, defiende criar a los niños con expectativas irracionalmente altas. En su artículo en The Wall Street Journal, Chua dice que “los padres chinos exigen calificaciones perfectas porque creen que sus hijos las pueden obtener”.
    Algunos padres y adolescentes combaten esta actitud.
    Krithika Varagur, una jóven de 16 años fundadora del Fondo Juvenil de Alfabetización, dice que los padres que rechazan los consejos de Chua no están “condenando a sus hijos al fracaso, o peor aún, a la mediocridad. Se puede tener un estilo de vida relajado y una buena dinámica familiar y lograr el éxito”.
    También dijo que después de llorar por haber sacado un 9, sus padres fueron quienes le dijeron que lo superara. La pregunta que los adolescentes quieren que sus padres respondan es: ¿cómo pueden aceptar la imperfección?
    Lo más importante es que los perfeccionistas no pueden disfrutar su éxito porque siempre piensan que lo pudieron haber hecho mejor. Esto hace que los niños oculten sus errores para mantener una imagen perfecta.
    Los padres con imperfecciones naturales pueden enseñar a sus hijos a aceptar los errores y a aprender de ellos.
    Esto significa que hay que hablar de los fracasos tanto como de los éxitos, recompensando a los niños cuando intentan aprender de los errores y eliminando el estigma de las decepciones.
    Gema, de 19 años, lo dice así: “No creo en la fórmula mágica paternal, quizás porque no hay un ser humano perfecto”.
    En ocasiones, la imperfección puede generar crecimiento, alivio y niños maravillosamente imperfectos.
     

    Tus hijos no han nacido para satisfacer tus gustos y disgustos. Tienen que vivir su vida, y debes alegrarte de que vivan su vida, sea la que sea

    Amado Osho:
    Haberte oído hablar la otra mañana sobre nuestra infancia y el espíritu competitivo me ha hecho pensar en mi propia educación. Me he dado cuenta de que durante 21 años seguidos, cada suceso escolar -desde jugar en el jardín y los deportes oficiales hasta la gramática latina- ha sido básicamente un ejercicio sobre cómo ganar al de al lado. Me parece que ha sido la experiencia más dañina de mi vida. No puedo pensar en un sistema más perfecto para destruir a los niños y hacer que estemos completamente desarmonizados con el mundo que nos rodea.
    ¿Cómo podemos ayudar a los niños a crecer hasta su pleno potencial sin favorecer este espíritu competitivo?
    «Desde el momento en que te planteas ayudar a los niños a crecer sin espíritu competitivo estás en un camino equivocado, porque cualquier cosa que hagas dará a los niños cierto programa. Puede que sea distinto del que tú recibiste, pero estás condicionando a los niños, aunque lo hagas con las mejores intenciones del mundo.
    Los árboles crecen y siguen creciendo sin que nadie les enseñe cómo. Los animales, los pájaros, la existencia toda, no necesita programación. La idea misma de programar implica básicamente crear esclavitud, y durante miles de años el hombre ha estado creando esclavos con distintos nombres. Cuando la gente se harta de un nombre, lo reemplaza inmediatamente por otro. Unas cuantas modificaciones en el programa, unos cuantos cambios aquí y allá en el condicionamiento, pero la cosa fundamental sigue siendo la misma: que los padres, la generación anterior, quiere que sus hijos sean de cierta forma. Por eso preguntas por el “cómo”.
    En mi opinión, la función de los padres no es ayudar a crecer a los hijos: ellos crecerán sin ti. Tu función es apoyar, nutrir, ayudar a lo que ya está creciendo. No des directrices y no des ideales. No le digas lo que está bien y lo que está mal: deja que lo descubran por propia experiencia.
    Sólo hay una cosa que puedes hacer, y es compartir tu propia vida. Diles que has sido condicionado por tus padres, que has vivido con ciertos límites, de acuerdo a ciertos ideales, que debido a estos límites y estos ideales has perdido la vida completamente y que no quieres destruir la vida de tus hijos. Quieres que sean totalmente libres: libres de ti, porque para ellos tú representas el pasado.
    Hace falta valor y hace falta un inmenso amor en un padre, en una madre, para decir a sus hijos: “Tenéis que ser libres de nosotros. No nos obedezcáis; depended de vuestra propia inteligencia. Incluso equivocarse es mejor que tener la razón si para ello tienes que ser esclavo. Es mejor cometer errores por cuenta propia y aprender de ellos, que seguir a otra persona y no cometerlos. De esa forma no vas a aprender más que a ser un seguidor, y eso es veneno, puro veneno”.
    Es muy fácil si amas. No preguntes “cómo”, porque el “cómo” significa que estás pidiendo un método, una metodología, una técnica; y el amor no es una técnica.
    Ama a tus hijos, disfruta de su libertad. Permite que cometan errores. Diles: “No está mal cometer errores. Cometed todos los errores posibles, porque de esa forma aprenderás más. Pero no cometáis el mismo error una y otra vez, porque eso os hará estúpidos”.
    Por eso, de mí no obtendrás una respuesta simple. Tendrás que descifrarla viviendo con tus hijos momento a momento, dándoles todas las libertades posibles en las cosas pequeñas.
    Por ejemplo, en mi infancia…., y es algo que ha ocurrido durante siglos, a los niños se les enseña: “Ve a la cama temprano y levántate pronto por la mañana. Eso te hará sabio”.
    Yo le dije a mi padre: “Me parece raro: me obligas a ir a dormir temprano por la noche, cuando aún no tengo sueño”. Y en los hogares jaina temprano significa muy temprano, porque se cena a las cinco de la tarde, como mucho a las seis. Y después no hay nada que hacer, los niños deben irse a la cama.
    Le dije: “Me obligas a ir a dormir cuando mi energía no está preparada para ello. Y cuando tengo sueño por la mañana me arrastras fuera de la cama. ¡Parece una forma muy extraña de hacerme sabio!. Y no veo la conexión. ¿Cómo voy a hacerme sabio porque me obligues a dormir cuando no tengo sueño? Estoy tumbado en la cama durante horas, en la oscuridad…, es un tiempo que podría ser usado de alguna forma, para algo creativo, y tú me obligas a dormir. Pero mi sueño no es algo que esté en tu mano. Uno no puede simplemente cerrar los ojos e irse a dormir. El sueño viene cuando viene; no sigue tus órdenes ni las mías, por eso estoy perdiendo muchas horas de mi tiempo.
    Y después, por la mañana, cuando verdaderamente tengo mucho sueño, me obligas a despertar -muy temprano, a las cinco- y me sacas a dar un paseo por el bosque. Tengo tanto sueño que tienes que arrastrarme. No puedo entender que todo esto vaya a hacerme muy sabio. ¡Por favor, explícamelo!
    ¿Cuánta gente se ha hecho sabia gracias a este proceso? Muéstrame algunas personas sabias: no veo ninguna a mi alrededor. He hablado con mi abuelo y me ha dicho que todo esto son tonterías. Él es la única persona sincera de toda la casa. No le importa lo que digan los demás, y me ha dicho que todo esto son tonterías: “La sabiduría no viene por irse pronto a la cama. Yo he estado acostándome temprano toda mi vida -setenta años- y aún no soy sabio, ¡y no creo que vaya a serlo!. Ahora lo que me sobrevendrá será la muerte, no la sabiduría. No te dejes engañar por esos proverbios”.
    Yo le dije a mi padre: “Piénsatelo otra vez y por favor sé auténtico y verdadero. Concédeme esta parcela de libertad: quiero poder ir a dormir cuando sienta ganas de hacerlo y levantarme cuando sienta que ha llegado el momento y ya no tenga ganas de dormir”.
    Lo pensó durante un día y al día siguiente me dijo: “De acuerdo, quizá tengas razón. Hazlo según tu propio criterio. Escucha a tu cuerpo en lugar de escucharme a mi”.
    Este debería ser el principio: se debe ayudar a los niños a escuchar a su cuerpo, a escuchar a sus propias necesidades. Lo básico para los padres es proteger a sus hijos para que no caigan en un hoyo. La función de su disciplina es negativa.
    Recuerda la palabra “negativa”…, no una programación positiva sino una protección negativa; porque los niños son niños, y pueden hacer algo que les dañe, que les deje lisiados. Asimismo, no hay que darles órdenes de no hacer las cosas, sino explicárselas. No hay que hacer de ello una cuestión de obediencia; hay que permitirles decidir. Simplemente hay que explicarles toda la situación.
    Los niños son muy receptivos, y si eres respetuoso con ellos, están dispuestos a escuchar, dispuestos a entender; entonces déjales con su entendimiento. Sólo es cuestión de unos años, al principio; pronto se asentarán en su inteligencia y tu protección no será necesaria en absoluto. Pronto podrán moverse por sí mismos.
    Puedo entender el miedo que sienten los padres de que sus hijos sigan direcciones que a ellos no les gustan; pero eso es un problema de los padres. Tus hijos no han nacido para satisfacer tus gustos y disgustos. Tienen que vivir su vida, y debes alegrarte de que vivan su vida, sea la que sea. Pueden convertirse en unos músicos mediocres…
    Yo conocí a un hombre muy rico que quería que su hijo, tras ingresar en la universidad, se hiciera médico. Pero al hijo sólo le interesaba la música. Ya no era un aficionado; era conocido por la zona, y donde quiera que hubiera una función, él se presentaba a tocar el sitar y se estaba haciendo cada vez más famoso.
    Quería ir a una universidad que está básicamente dedicada a la música. Quizá sea la única universidad en el mundo dedicada por completo a la música; tiene todos los departamentos -danza, distintos instrumentos- y todo el entorno de la universidad es musical.
    El padre estaba completamente en contra. Me llamó -porque yo era muy amigo de su hijo- y dijo: “Será un mendigo toda su vida”, porque en la India los músicos no ganan mucho dinero. “Como mucho será profesor de música de alguna escuela. ¿Y cuánto ganará? Lo mismo que pagamos a muchos de los sirvientes de nuestra casa. Y se asociará con la gente equivocada” porque en la India, la música ha estado y sigue estando muy conectada con las prostitutas.
    La prostituta india es diferente de cualquier prostituta del resto del mundo. La palabra “prostituta” no hace justicia a su contraparte india, porque realmente la prostituta india está muy versada en música, en danza; e India tiene tanta variedad. Si realmente quieres aprender los aspectos más profundos de la música, del canto, de la danza, tienes que estar con alguna prostituta famosa.
    Hay familias famosas; se les llama gharanas. Gharana significa familia. No tiene nada que ver con la familia ordinaria; es la familia formada por el maestro y los discípulos. Hay ciertas gharanas famosas que tienen prácticas que le son propias. En la presentación de una pieza musical o de un baile, las distintas gharanas lo interpretarán de distintas formas, con matices sutiles. Por eso, si alguien quiere realmente introducirse en el mundo de la música, tiene que formar parte de alguna gharana; y no son una buena compañía. Según la gente rica, ciertamente no son una buena compañía.
    Pero al hijo no le interesaba la compañía. Desoyó a su padre y fue a esa universidad musical. Y el padre se enfadó tanto que le desheredó.
    Como su padre le había desheredado y no tenía otros medios
    -porque esta universidad estaba en un área montañosa remota en la que no se podía encontrar empleo- volvió y tuvo que hacer exactamente lo que su padre había predicho, hacerse profesor de una escuela.
    Su padre me llamó y me dijo: “Mira, justo lo que te había dicho. De mis otros hijos, uno es ingeniero, otro es profesor universitario, pero este idiota no ha querido escucharme. Lo he desheredado, no recibirá ni un céntimo de mí. Y se quedará en la más pobre de las profesiones: maestro de escuela”.
    Pero mi amigo era inmensamente feliz… no le preocupaba verse abandonado por su familia, ni tener que ser pobre toda la vida, ni dejar de recibir su herencia. Estas cosas no le preocupaban; era feliz: “Es bueno que hayan hecho todo esto, ahora puedo formar parte de una gharana. Me sentía preocupado por ellos, porque se iban a sentir humillados. Ahora que me han abandonado, ya no soy parte de ellos y puedo ser parte de una gharana”.
    Mientras enseñaba en una escuela, se hizo parte de una gharana y ahora es uno de los mejores músicos; lo importante es que desarrolló lo que sentía que era su potencial. Y cuando sigues tu potencial siempre te conviertes en el mejor. Cuando te desvías del potencial es cuando eres mediocre.
    Toda la sociedad está formada por gente mediocre por la simple razón de que nadie es lo que está destinado a ser; es otra cosa. Entonces, haga lo que haga, uno no puede ser el mejor ni puede alcanzar la realización; no puede disfrutar.
    Por eso el trabajo de los padres es muy delicado, y es precioso, porque toda la vida del niño depende de él. No le des ningún programa positivo; ayúdale de cualquier manera que él desee.
    Por ejemplo, yo solía trepar a los árboles. Ahora bien, hay unos pocos árboles a los que se puede trepar con seguridad porque tienen las ramas y el tronco recios. Puedes ir hasta la misma copa sin temor a que alguna rama se rompa. Pero algunos árboles son muy blandos. Como yo solía trepar a los árboles para coger mangos, jamuns -una fruta deliciosa- , mi familia estaba muy preocupada y siempre enviaban a alguien para impedírmelo.
    Yo le dije a mi padre: “En lugar de impedírmelo, por favor explícame qué árboles son peligrosos -para que pueda evitarlos- y cuáles no son peligrosos para que pueda treparlos. Pero si tratas de impedirme trepar hay un peligro: puede que trepe al árbol equivocado, y la responsabilidad será tuya. No voy a dejar de trepar porque me encanta hacerlo”. Verdaderamente, estar en la copa de un árbol, al sol, cuando sopla el viento y todo el árbol danza, es una de las experiencias más hermosas, es muy reconfortante.
    Yo dije: “No voy a dejar de hacerlo. Tu trabajo consiste en decirme exactamente cuáles son los árboles a los que no debo trepar, porque puedo caerme de ellos, puedo hacerme fracturas, puedo hacerme daño corporal. Pero no me des una orden estricta como “deja de trepar” porque no la voy a seguir”. Tuvo que venir conmigo, dar una vuelta por la ciudad y mostrarme qué árboles eran los peligrosos. Después le planteé otra pregunta: “¿Conoces en la ciudad a algún buen escalador que pueda enseñarme a escalar incluso los árboles peligrosos?”.
    Él dijo: “¡Eres demasiado! Estás yendo demasiado lejos. Me habías dicho, yo había entendido que…”
    Yo dije: “Lo cumpliré porque yo mismo te lo he propuesto. Pero los árboles que dices que son peligrosos son los más irresistibles, porque en ellos crece el jamun”, que es un fruto indio. “Es verdaderamente delicioso cuando está maduro y puede que no resista la tentación. Eres mi padre, es tu deber…, debes conocer a alguien que pueda ayudarme”.
    Me dijo: “Si hubiera sabido que ser padre iba a ser tan difícil, no lo habría sido, ¡al menos tuyo!. Sí, conozco a un hombre”; y me presentó a un anciano que era un trepador muy especial, el mejor.
    Era leñador, y era tan mayor que uno no podría creerse que pudiera cortar leña. Sólo hacía trabajos esporádicos, trabajos que nadie más quería hacer…; cortaba las ramas de grandes árboles que se extendían hasta las casas. Era un experto, y lo hacía sin dañar las raíces ni las casas. En primer lugar ataba las ramas a otras ramas con cuerdas. Después las cortaba y tiraba de ellas con las cuerdas, alejándolas de las casas y dejándolas caer al suelo.
    ¡Y era tan viejo!,. Pero cuando se daba una situación en la que ningún otro leñador estaba dispuesto a acudir, él sí lo estaba. Por eso mi padre le dijo: “Enséñale cosas, en particular sobre los árboles peligrosos, los que se pueden romper”. Las ramas pueden romperse… y yo ya me había caído dos o tres veces; todavía tengo las marcas en las piernas.
    El anciano me miró y dijo: “Nunca había venido nadie, ¡sobre todo un padre que trae a su hijo…! Es peligroso, pero si a él le gusta, yo estaré encantado de enseñarle”. Y me enseñó a trepar los árboles peligrosos.
    Me mostró todo tipo de estrategias para protegerme: si quieres escalar a lo alto de un árbol y no quieres caer al suelo, en primer lugar átate con una cuerda a un punto del árbol que sientas lo suficientemente fuerte y después sube. Si te caes, te quedarás colgando de la cuerda, pero no caerás al suelo. Y aquello me ayudó mucho, ¡desde entonces no me he caído nunca!.
    La función de un padre o de una madre es genial porque trae un nuevo invitado al mundo, que no sabe nada, pero trae consigo un potencial. Y a menos que el potencial se desarrolle, no será feliz.
    A ningún padre le gusta pensar que su hijo va a ser infeliz; todos quieren que sus hijos sean felices. Sencillamente, lo que ocurre es que la forma de pensar de los padres está equivocada. Piensan que si sus hijos se hacen médicos, si se hacen profesores, ingenieros, científicos, entonces serán felices. ¡Pero los hijos no saben! Sólo pueden ser felices si hacen lo que han venido a hacer. Sólo pueden desarrollar la semilla que llevan dentro de sí mismos.
    Por eso, ayuda de la forma que puedas a dar libertad, a dar oportunidades. Ordinariamente, si un niño pregunta algo a su madre, la madre dice simplemente no, sin ni siquiera escuchar al niño y lo que está pidiendo. “No” es una palabra de autoridad, “sí” no lo es. Por eso ni el padre, ni la madre, ni nadie que tenga autoridad quiere decir sí a las cosas más ordinarias.
    El niño quiere jugar fuera de la casa: “¡No!”. El niño quiere salir fuera mientras llueve y quiere jugar bajo la lluvia: “¡No! Te vas a enfriar”. Un resfriado no es un cáncer, pero al niño que se le impide bailar bajo la lluvia nunca vuelve a bailar, se ha perdido algo grande, algo realmente hermoso. El resfriado habría merecido la pena; y no es que se vaya a resfriar necesariamente. De hecho, cuanto más lo protejas, más vulnerable será. Cuanto más permisivo seas con él, más inmune será.
    Los padres tienen que aprender a decir sí. El 99% de las veces que dicen no, lo hacen simplemente para mostrar su autoridad. No todo el mundo puede ser presidente de un país, no todo el mundo puede tener poder sobre millones de personas. Pero todo el mundo puede ser un marido y puede tener autoridad sobre su esposa; cada esposa puede ser madre y tener autoridad sobre el niño; cada niño puede tener un osito de peluche y tener autoridad sobre él… darle patadas de una esquina a la otra, darle bofetones, bofetones que en realidad le gustaría dar a su padre o a su madre. Y el pobre osito de peluche no tiene a nadie por debajo de él.
    Ésta es una sociedad autoritaria.
    Lo que digo es que si creamos niños que tengan libertad, que hayan oído muchos “síes” y pocos “noes”, la sociedad autoritaria desaparecerá. Tendremos una sociedad más humana.
    Por tanto, no es sólo una cuestión que atañe a los niños. Estos niños formarán la sociedad del mañana: el niño es el padre del hombre”.

     
    PASOTA
    ¿Se educa mal por evitar discusiones, guerras, escenas violentas?
    –Sí, por comodidad. Esto es muy peligroso. La comodidad, la dejación de autoridad, el «que haga lo que quiera», nos llevará más tarde a las lágrimas
     
    INMADURO
    Parece que hay muchos padres pasotas…
    –Abundan. Son los que consideran que la educación es cosa del colegio o que ya se arreglará todo cuando el adolescente crezca.
    APROVECHADO, OPORTUNISTA, interesado
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    Pero supongamos que la suegra viene de visita. Mamá tiene la necesidad de alabanza y estima de parte de su suegra, quien valora una buena practica parental. Así, durante la visita, Mamá se muestra disponible y cariñosa con ambas hijas. Susie y Joyce logran que sus necesidades de atención sean atendidas, y Joyce puede tener un tiempo libre en su papel de niñera de su pequeña hermana. La suegra alaba la habilidad parental de Mamá, así que Mamá logra que sus necesidades de estima se satisfagan. Todo el mundo está feliz – temporalmente. Mamá llena las necesidades de sus hijas, pero sólo como una acción circunstancial a las suyas propias.
    manipulador, tergiversa la informacion, el rey de los autoengaños
    envidia
    intolerancia a las criticas
    manipulacion
    fantasias, expectativas nada realistas
    se considera el mejor encuadernador de palencia, preguntale a cualquiera
    recuerdo que decia muchas veces, como amenazante de que se iba a poner en las vias del tren, lo que yo entendia era lo imprescindible que el era, que si el faltaba yo no era nadie por mi misma sino gracias a el, todo era gracias a el
    persona arrogante, que se cree superior a los demás y con el derecho de tratarlos con desprecio. Estas personas creen que los demás deberían  anticipar cualquiera de sus necesidades, y su egocentrismo les hace indiferentes a los derechos y bienestar del prójimo, al cual, no ven como una persona independiente y única, si no con un valor que solo se relaciona con la utilidad que esa persona ofrezca para satisfacer sus propias necesidades
    a)  Un patrón generalizado de grandiosidad, (en la imaginación o en el comportamiento) necesidad de admiración y falta de empatía.
    b)  Explotación interpersonal.
    c)  Sentimiento grandioso de la propia importancia.
    d)  Sentimiento de ser especial y único y poder ser entendido y estar asociado sólo con personas especiales y de alto estatus.
    e)  Preocupación por fantasías de éxito, poder, belleza o amor ideal ilimitados.
    f)  Sentimiento de categoría.
    g)  Petición de admiración excesiva.
    h)  A menudo envidia a los otros o cree que los otros le envidian.
    i)  Arrogancia y conductas altaneras.
    alguien egocéntrico, explotador, y carente de empatía, que se relaciona centrándose en la imagen de los demás más que en la persona, lo cual les lleva a evaluarse a sí mismo y a los otros en términos polares todo-nada que cristalizan en sentimientos de desprecio o de idealización.
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    Los narcisistas generalmente ven a sus hijos como extensiones de sí mismos, no como personas separadas.

    Vergüenza heredada

    Según la psicoterapeuta licenciada Michelle Piper, algunos hijos de narcisistas experimentan «vergüenza heredada», que es un sentimiento de vergüenza que sus padres les hacen sentir, aunque estos niños no han hecho nada para justificarlo. Algunos narcisistas culpan a sus hijos por todo lo que les pasa a ellos, que es una carga pesada para que cualquiera pueda soportar, especialmente un niño. Los padres narcisistas creen que sus hijos deberían avergonzarse y puesto que estos padres absortos en sí mismo son incapaces de sentir empatía por alguien que no sea ellos mismos, carecen de verdadera preocupación sobre los efectos duraderos de esta vergüenza sobre sus hijos. La vergüenza heredada puede durar hasta la edad adulta, causando la gente se siente culpable sin saber por qué. Esto sucede porque los niños sin querer se aferran a la vergüenza proyectada por sus padres sobre ellos y esta pena puede conducir a un sentido de autoestima disminuida en la edad adulta, según Piper.

    Inadecuación

    Los sentimientos de inadecuación son comunes entre los hijos de los narcisistas. A lo largo de la niñez y la adultez, los hijos de narcisistas a menudo sienten que no son lo suficientemente buenos o inteligentes. Estos niños no se dan cuenta que sus padres son incapaces de amor o empatía, dice la terapeuta matrimonial y familiar Kathy McBride en el artículo, «What is a difficult child?» (¿Qué es un hijo problemático?) publicado en «Psychology Today,» de modo que los hijos de narcisistas crean que hay algo inherente que falta en ellos. No importa cuánto traten los hijos de narcisistas, estos niños nunca podrán hacer que sus padres los amen. Para que un niño se sienta amado, los padres activamente deben mostrar amor a ese niño para que se sienta digno. Puesto que los padres narcisistas no pueden demostrar amor a los demás, no se tarda mucho en que el niño sin amor se vea a sí mismo como esencialmente indigno de ser amado.

    Sentirse invisible

    Algunos padres narcisistas están emocionalmente «separados» de sus hijos, aunque estos padres suelen estar físicamente presentes. La separación se produce cuando una persona es indiferente a las necesidades de los demás. No hay ninguna conexión emocional entre los narcisistas separados y sus hijos. Estos padres pueden ignorar o resentir a su descendencia porque sienten que sus hijos les están robando los reflectores, que en su opinión, deben estar siempre solamente en ellos. Esto puede dar a los niños una sensación de sentirse invisibles o sin importancia, según McBride.

    Enredo

    Mientras algunos narcisistas podrían desconectarse casi totalmente de sus hijos, otros podrían emocionalmente ahogar a sus hijos, algo que los psicólogos llaman «enredos». Esto es una forma extrema de proximidad e intensidad en las relaciones entre los narcisistas y sus hijos, resultando en que el niño se convierte en una extensión de los padres, en lugar de formar su propia identidad. De esta manera el niño se vuelve enredado en el ensimismamiento de los padres. Los padres que se enredan con sus hijos creen que ya que les dieron la vida, deben entonces reinar libremente para hacer e influir en todas las decisiones por ellos. La privacidad y los límites son signos de deslealtad a estos padres narcisistas y castigan a sus hijos en consecuencia. Los padres narcisistas no permiten que sus hijos desarrollen sus propias identidades. En cambio, los controlan y manipulan para servir a sus propios fines ensimismados, según Piper. Los padres enredados son autoritarios y controladores.
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    El trastorno narcisista de la personalidad es un síndrome
    clínico descrito claramente en las clasificaciones
    internacionales de las enfermedades mentales. En términos
    generales, el narcisista se caracteriza por su egoísmo y su
    frialdad afectiva, su arrogancia frente a los demás y su
    necesidad de ser el centro de atracción. Su enorme facilidad para
    descalificar a los demás, para tener siempre la razón y para no disculparse
    ni reconocerle méritos a nadie.
    Al referirse a los padres*, este trastorno adquiere una importancia mucho
    mayor pues el impacto de sus conductas recae sobre los hijos*, casi
    siempre indefensos.
    Amar a unos padres generosos que siempre estuvieron pendientes de las
    necesidades de sus hijos es lo natural. Es el agradecimiento mínimo. No
    importa si los padres se equivocaron o si carecían de la ilustración
    suficiente para hacer las cosas mejor. El asunto es que ejercieron su
    función de padres, animados por buenas intenciones y como un acto en el
    cual jamás primó un interés egoísta sino los mejores deseos hacia el hijo.
    Estos padres se merecen todo el reconocimiento.
    Caso muy distinto lo constituyen los padres crueles o su versión
    camuflada: los padres narcisistas malignos. A esos padres no se les debe
    nada. Pero los hijos que no logran entender esta situación, quedan a
    merced de sentimientos de culpa y se pasan la vida asustados.
    Quien acepta, entiende y asimila que no debe nada a esos padres, así sea
    tarde en su vida, puede luchar en contra de los sentimientos de culpa que
    generan las memorias del progenitor narcisista que se han instalado en su
    interior. Esta lucha le permitirá protegerse de los efectos destructivos de
    estos sentimientos. Pero como el padre narcisista tiende a esconder su
    condición, se hace necesario aprender a reconocerla
    El egoísmo y la insensibilidad, discutidos a continuación, son dos
    condiciones básicas de la personalidad narcisista. El abuso, la
    grandiosidad, las apremiantes necesidades de atención y la manipulación,
    motivo de una próxima columna, complementan las manifestaciones más
    frecuentemente encontradas en padres narcisistas.
    Todas estas condiciones se repiten consistentemente y marcan al niño de
    manera indeleble. En la medida en que tan sólo estén presentes unas
    pocas manifestaciones y/o en grado menor, se trata de condiciones más
    leves del trastorno narcisista que tiende a generar grados variables de
    inseguridad. En la medida en que el número y severidad de esas
    manifestaciones es mayor, el diagnóstico se aproxima a un trastorno
    narcisista maligno y las consecuencias sobre el niño son mucho más
    destructivas.
    El egoísmo se manifiesta de diversas maneras, siendo la principal la
    incapacidad para el sacrificio o para anteponer las necesidades del niño a
    las propias. Lo que es importante para él no se tiene en cuenta. Un padre
    egoísta no se incomoda así ello signifique un beneficio para el hijo.
    Esconde su egoísmo detrás de falsos principios filosóficos, religiosos,
    morales o disciplinarios, falta de energía, cansancio, fragilidad o
    preocupación. Y con frecuencia, asume el papel de víctima vulnerable y
    sufrida.
    Muy cercana al egoísmo está la insensibilidad. El padre insensible ignora y
    desvaloriza los sentimientos, necesidades y pensamientos del hijo. Carece
    de interés o paciencia para entender sus puntos de vista. No le importa el
    impacto negativo que sus actos y sus palabras tengan. Está incapacitado
    para experimentar genuinamente amor, felicidad, tristeza o sentimientos
    de culpa. Es controlador y no le importa si ello es conveniente o
    inconveniente. Resiente cualquier desacuerdo y espera que el hijo
    obedezca automáticamente sus órdenes.

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