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CULPA- SENTIRSE CULPABLE – REMORDIMIENTOS – SE TE REMUEVE LA CONCIENCIA

    «La culpa nunca ha sido racional; distorsiona todas las facultades de la mente humana y las corrompe; le quita la libertad de razonar y lo deja confuso». Edmund Burke (Político y escritor británico).
    El sentimiento de culpa es una emoción inmovilizante y destructiva, que puede aparecer en cualquier momento de la vida. Hay personas que tienen una especie de vocación por la culpa ya que no sólo se sienten mal por lo que han hecho sino incluso por lo que podrían llegar a hacer. Obviamente, éste no es un sentimiento agradable y haríamos cualquier cosa por desembarazarnos del mismo.
    Las raíces de la culpa pueden rastrearse hasta la infancia; sobre todo si la persona tuvo que lidiar con padres o profesores que les hacían sentir culpables por cualquier cosa que hiciese mal. La frase: “deberías avergonzarte lo que acabas de hacer”, probablemente le suene familiar a más de uno.
    Obviamente, todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente orgullosos pero mirar al pasado constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía innecesario que no nos reporta nada positivo. El sentimiento de culpa simplemente nos encierra en un círculo masoquista que se hace cada vez más estrecho.
    En muchas ocasiones el sentimiento de culpa llega a ser tan fuerte que provoca signos físicos como la sensación de presión en el pecho, el dolor de estómago, un fuerte dolor de cabeza y sensación de peso en los hombros. A esto se le suman los pensamientos recurrentes de auto reproche, agresividad hacia uno mismo y un fuerte desasosiego.
    En la base del sentimiento de culpa se entrelazan disímiles formas de relacionarse con el yo. Por ejemplo, la mayoría de las personas que experimentan constantemente el sentimiento de culpa tienen una baja autoestima y no se creen merecedores del amor o de las gratificaciones que le brinda la vida por lo que aprovechan el más mínimo error para auto castigarse. En el otro extremo, se encuentran las personas perfeccionistaspara las cuales cualquier error es una buena excusa para auto reprocharse y criticarse constantemente.
    Estas personas tienen en común un pensamiento rígido y polarizado. Es decir, aprecian el mundo en blanco y negro: las cosas o son buenas o son malas, o están bien o están mal. No saben apreciar la infinidad de tonalidades que existen entre estos dos colores porque su forma de pensar es demasiado estricta y estereotipada. Por ende, son prácticamente incapaces de analizar los aspectos positivos y negativos de una situación ya que tienden a mover la balanza en un solo sentido.
    Otro aspecto esencial para comprender la culpa es la ruptura que ésta representa en nuestro sistema de valores. En otras palabras, experimentamos sentimientos de culpa cuando hacemos algo que se aleja de los valores que hemos asumido como justos y positivos. Sentimos culpa cuando nuestro comportamiento no cumple con nuestros cánones y, por ende, nos recriminamos.
    No obstante, debe puntualizarse que la culpa se manifiesta de diversas formas:
    – Quienes se sienten culpables de todo lo ocurrido, incluso si no es su responsabilidad.
    – Quienes culpabilizan a los demás de todo lo ocurrido para liberarse de la cuota de responsabilidad individual.
    – Quienes ponen la responsabilidad en las circunstancias pensando que nadie tiene la culpa de nada sino que son las situaciones del medio las que determinan los comportamientos.
    Evidentemente, cualquiera de estas expresiones de la culpa son igualmente negativas y dañinas para la persona ya que las responsabilidades se difuminan y seremos incapaces de tomar las riendas de nuestra vida.
    Obviamente, en muchas ocasiones (sobre todo cuando éstas desbordan nuestros recursos psicológicos), nos vemos sumergidos en la culpa. El problema en sí no radica en no sentir la culpa (porque sobre esto no podemos accionar) sino en manejar estos sentimientos y afrontarlos desde una perspectiva positiva. Para lograrlo es esencial que asumamos algunos pasos:
    1. Abandonar el pensamiento polarizado y asumir una postura más flexible. Para esto el mejor ejercicio es pensar en los aspectos positivos y negativos que encierra cada situación a la cual nos enfrentamos cotidianamente. Apreciando las diversas facetas de las situaciones y comportamientos podremos percatarnos que la vida no es en blanco y negro sino llena de matices.
    2. Hallar las causas de los sentimientos de culpa desarrollando un diálogo interior. Este diálogo interior (siempre que sea sincero) nos develará algunas ideas irracionales de causa y efecto. Por ejemplo, la madre experimenta sentimientos de culpa porque estaba en el trabajo mientras el hijo sufría un accidente doméstico bajo la supervisión de la cuidadora. La lógica nos indica que ella no tenía forma de presuponer o evitar el accidente y que necesita trabajar para poder mantener la familia, por ende los sentimientos de culpa son totalmente infundados. En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades asumiendo aquella cuota que nos corresponde, pero no más allá.
    3. Planificar el futuro. Aún si asumimos nuestra responsabilidad en una situación y cometimos un error, lo más productivo es mirar al futuro y pensar en cómo podemos subsanar el daño. La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento.
    Finalmente, quisiera terminar las reflexiones con una frase de la sabiduría popular que hace referencia directa a la preocupación y que podría aplicarse a los sentimientos de culpa. Obviamente es extrema, pero ejemplifica el sentir con el cual en algunas ocasiones deberíamos asumir los hechos que se escapan de nuestro control:
    ¿Tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…
    ¿No tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…
    El terrible sentimiento de culpabilidad puede ser superado si tomamos la determinación de vivir nuestra vida a plenitud y no someternos a la voluntad de los demás y no dejarnos pisotear,  abandonando nuestras metas para complacer a otros con tal de no sentirnos culpables.
    inútil.
    2.- Entender la verdadera causa de la culpa.
    3.- Saber qué hacer.
    Elimina la culpa inútil.

    La culpa es una de las emociones más comunes.
    También es una de las que más nos desgasta y daña de manera importante, nuestra autoestima.
    Todos nos hemos sentido culpables en más de una ocasión.
    La culpa surge cuando pensamos que hicimos algo malo.
    O cuando creemos que deberíamos haber hecho algo y no lo realizamos.
    Podemos hablar de dos tipos de culpa:

    • Positiva,
    • negativa.

    La primera es aquella que nos sirve para darnos cuenta de que actuamos mal, nos permite analizar y corregir nuestra conducta y aprender de lo que sucedió.
    En este caso más que hablar de culpa, hablamos de responsabilidad.
    La culpa negativa es aquella que nos lleva a pensar y repensar en lo que estuvo mal y en cómo nuestra conducta demuestra que somos malos, tontos, etc.
    Reconocemos lo mal que nos sentimos, pero no hacemos nada al respecto.
    Sólo recordamos y revivimos la situación una y otra vez y en cada ocasión nos devaluamos, disminuyendo nuestra autoestima.
    Este tipo de culpa:

    1. Es inútil,
    2. afecta nuestra salud física y emocional y
    3. nos paraliza, es decir, nos impide actuar.

    La verdadera causa de la culpa.

    Generalmente pensamos que una mala acción provoca culpa.
    Pero no siempre es así
    ¿Has notado que, ante una misma conducta o situación, no todas las personas se sienten culpables?
    ¿Sabes a que se debe esta diferencia?
    La culpa no está provocada por lo que hacemos, sino por la manera en que consideramos una situación y nos calificamos por ella.
    Veamos el siguiente ejemplo:
    Marcos y Fernando le prometieron a sus parejas que las iban a llevar de viaje, como regalo de aniversario.
    Las dos mujeres empacaron, prepararon todo lo necesario y les platicaron a sus amigas.
    Muy pocos días antes del viaje, ambos esposos llegan a la casa y dicen que tienen que cancelar el viaje, mientras observan la cara de tristeza de sus mujeres.
    Marcos ve a su mujer y piensa:
    ¡Qué mal me porté!
    Mi pareja confía en mí y yo no debería haberle fallado.
    Soy un irresponsable por no haber cumplido lo que prometí.
    Soy malo por causarle tanto dolor a mi esposa
    Fernando nota la expresión de su mujer y piensa:
    Realmente me hubiera gustado poder cumplir mi promesa y llevarla de viaje.
    Me duele ver que mi pareja se siente mal, pero no era esa mi intención.
    Voy a hablar con ella para explicarle lo que sucedió y ver cómo puedo compensarla.
    ¿Cómo crees que se siente cada uno de ellos?
    Probablemente Marcos se sienta culpable, pero la culpa no garantiza que busque una buena solución.
    Fernando se está responsabilizando de su conducta, no siente culpa y actúa.
    ¿Te has dado cuenta que hay personas que se siguen sintiendo culpables por algo que sucedió hace muchos años?
    ¿Crees que esa culpa los ha beneficiado?
    El problema no está en reconocer que actuamos mal o que le causamos daño a alguien.
    Si nos detenemos en este punto y a partir de ellos corregimos, está bien.
    Ese reconocimiento es indispensable para poder relacionarnos y para tener una vida mejor.
    El problema es que decimos:
    Hice… y está mal.
    No debería haberlo hecho, por o tanto yo soy…
    Nos ponemos una etiqueta negativa y nuestro pensamiento gira y gira alrededor de esa etiqueta, devaluándonos y disminuyendo nuestra autoestima.
    La culpa surge cuando nos calificamos por nuestras acciones, pensamientos y sentimientos.
    ¿Pero te has dado cuenta, cuantas veces estás juzgando con parámetros o valores de otras personas, que no se aplican a ti, que ya son obsoletos o imposibles de cumplir en esta época?
    Muchos de nosotros fuimos educados con la idea de que una buena madre es la que está todo el día con sus hijos, para cuidarlos, atenderlos y demostrarles su cariño.
    ¿Qué sucede con la mujer que tiene que trabajar todo el día fuera de la casa?
    Si sigue creyendo esto se siente culpable.
    Lo más probable es que su sentimiento de culpa:

    • Haga que consienta demasiado a sus hijos para «compensarlos».
      Con lo cual los perjudica.
    • Se siente tan culpable y tensa, que cuando está con ellos, está irritable, se molesta fácilmente, los regaña, etc.
      Actuando así, sólo se mantiene, emocionalmente, aún más alejada de ellos.

    Esta creencia era válida hace muchos años en donde la situación económica de muchas parejas, las distancias, las exigencias de la vida moderna, etc., eran diferentes.
    Ante una nueva forma de vida y nuevas exigencias, necesitamos pensar y actuar de manera diferente.
    No estamos cuestionando si era mejor o peor antes.
    Tenemos que aceptar nuestra realidad, para sacar el mejor provecho de ella.
    Porque hay cosas que no podemos cambiar, porque no dependen de nosotros.

    nuestros pensamientos, nuestras preocupaciones ycómo vencerlas, encontrarás información que te puede ayudar.
    Revisa también los artículos sobre Ideas, pensamientos, creencias y estrés, nuestroestilo de pensamiento equivocado y cómo modificarlo.
    La siguiente información puede serte de gran utilidad:
    Desarrolla tu fuerza de voluntad, aprende a manejar la falta de motivación y la pocatolerancia a la frustración y enfréntate al miedo al cambio, al fracaso y al éxito.
    Sentimiento de culpa
    La culpa nos hace conscientes de que algo hemos hecho mal para facilitar el intento de repararlo. Aunque a veces también nos sentimos culpables sin razón. Sea como sea, estas son las claves para pasar página. ( DARLES 20 VUELTAS A LAS COSAS)
    El sentimiento de culpa es considerado como una emoción negativa que, si bien a nadie le gusta experimentar, lo cierto es que es necesaria para la correcta adaptación a nuestro entorno. Muchos autores coinciden en definir la culpa como un afecto doloroso que surge de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas personales o sociales especialmente si se ha perjudicado a alguien.
    La culpabilidad, por tanto, surge ante una falta que hemos cometido (o así lo creemos). Su función es hacer consciente al sujeto que ha hecho algo mal para facilitar los intentos de reparación. Su origen tiene que ver con el desarrollo de laconciencia moral, que se inicia en nuestra infancia y que se ve influida por nuestras diferencias individuales y las pautas educativas.
    Existen personas que confunden esta emoción con la vergüenza, incrementando su malestar emocional, ya que al mezclar ambos sentimientos se retroalimentan entre sí. Mientras que la culpa aparece ante el dolor por el daño causado, la vergüenza se experimenta cuando nos percibimos con la falta de una habilidad o capacidad que se presumía deberíamos tener.

    Radiografía de la culpa

    Para entender la culpa hay que conocer cuáles son sus elementos:

    • Acto causal, real o imaginario.
    • Percepción y autovaloración negativa del acto por parte del sujeto, mala conciencia.
    • Emoción negativa derivada de la culpa, remordimientos.

    La combinación de estos elementos puede dar lugar a dos tipos de culpa:

    • Culpabilidad sana o manifiesta: aparece como consecuencia un perjuicio real que le hemos causado a alguien. Su utilidad reside en ayudarnos a respetar las normas y a no perjudicar a los demás. La culpa funciona aquí como un castigo cuando no las cumplimos.
    • Culpabilidad mórbida: no ha existido ninguna falta objetiva que justifique dicho sentimiento. A diferencia de la anterior, este tipo de culpabilidad es destructiva y no nos ayuda a adaptarnos al medio. Cuando la culpa no funciona bien (no cumple su función adaptativa) puede ocurrir por exceso (relacionada con alteraciones psicopatológicas como la depresión) o por defecto (asociada con elevados niveles de perfeccionismo).

    AUTOCULPA Y CULPABILIZADORES
    La culpabilidad es un arma poderosa, pues puede utilizarse para ejercer poder y obtener de los otros lo que quieren. Las personas culpabilizadoras intentan hacernos creer que nuestra culpabilidad está justificada y así aprovecharse de nosotros. A esto se le denomina chantaje emocional: “no haces lo que se espera de ti”, “no sé cómo has sido capaz de…”, “si hubieras… no habría ocurrido”, etcétera. A partir de la inducción de culpa buscan nuestra sumisión o la consecución de sus objetivos. Por eso, debemos evitar este perfil de personas.

    Retrato de un culpabilizador

    Algunas de las características de las personas culpabilizadoras son:

    • Se está quejando casi siempre.
    • Suele ser buen conversador y encantador (facultativo).
    • En general, suele ser apreciado, nunca tiene la culpa si las cosas se tuercen.
    • Te hace creer que es culpa tuya si las cosas no van bien.
    • Te hace creer que su felicidad está en tus manos.
    • No te acusa directamente, sino de forma retorcida y sutil.
    • Te sientes culpable en su presencia, tienes la impresión de hacer las cosas mal e intentas cambiar para darle satisfacción.

    Consecuencias de la autoculpa

    Las personas que tienden a autoculpabilizarse de forma frecuente sienten un importante malestar emocional, desprecio por sí mismo, desvalorización, etcétera. Estos sentimientos se asocian a un elevado nivel de autoexigencia, perfeccionismo, obsesividad y tristeza, además de un nivel muy bajo de autoestima.
    La autoculpa nos engaña haciéndonos sentir que no hemos sido capaces de resolver algo que nosotros creíamos controlar, generándonos frustración y desasosiego. Por otro lado, la autoculpa es peligrosa en el sentido de que si cargamos nosotros con toda la culpa, liberamos a los demás de la suya y les incapacitamos para que aprendan a reparar errores o a no volverlos a cometer.
    PREVENCION: QUE HACER PARA NO SENTIRNOS CULPABLES
    Algunas personas niegan la culpa mediante estrategias como la negación de la conducta, el olvido del hecho, la minimización de los daños, la justificación o la atribución a factores externos. Sin embargo, estas estrategias no son adecuadas, ya que son propias de personas que no son conscientes del daño que han causado o que sí lo son, pero no quieren verlo y lo camuflan para no sentirse mal consigo mismos.
    La culpa sana no hay que prevenirla, pero sí la culpa mórbida. Para ello recuerda que cada cual elige cómo se siente y que cómo se sienta otra persona finalmente depende de ella. Por lo tanto, el sentirse culpable es una elección. Esto no te exime de tu responsabilidad, pero cambia las verbalizaciones negativas por “me he equivocado…, ahora intentaré arreglarlo e intentaré no volver a hacerlo”. Estas autoafirmaciones nos harán sentir mucho mejor y nos ayudará a reparar el daño.
    También es importante que asumamos que no podemos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor y que las culpas deben repartirse de forma equitativa, no sólo con el fin de aliviarnos del peso de la misma, sino para dar la oportunidad a los otros de reparar su parte de culpa y evitar que vuelvan a cometer esa acción.

    Intervención: cómo dejar de sentirme culpable

    • Identifica la conducta y sentimiento de culpa: cuando la culpa no es identificada genera un malestar difuso que no acertamos a expresar. Pregúntate por qué te sientes mal y qué te ayudará a estar mejor.
    • Expresa verbalmente y a nivel emocional tu arrepentimiento a las personas perjudicadas o implicadas: hazles saber que te sientes culpable y los sentimientos asociados a este malestar.
    • Solicita el perdón: no basta con decir que te sientes culpable. Muchas veces las personas necesitan que les pidas perdón.
    • Expresa tu intención de llevar a cabo una conducta reparadora del daño así como la intención de que no se volverá a repetir. Además de solicitar el perdón la otra persona debe tener claro que no se va a volver a repetir el daño.

    El sentimiento de culpa es un estado de disgusto hacia nosotros mismos cuando creemos que un tercero ha salido perjudicado por nuestros actos. El objetivo del sentimiento de culpa es la reparación, es decir, hacer algo que repare el daño que presuntamente hemos causado.
    A pesar de su mala fama, es un sentimiento necesario, ya que nos pone límites, y nos hace respetar los derechos de los demás.
    Sin embargo, todos sabemos que hay ocasiones en las que «sabemos» que no nos debemos sentir culpables, y sin embargo no podemos evitarlo. ¿Por qué?
    Partiremos de la base de que el ser humano es un sistema complejo de la naturaleza, y todo lo que permanece en un sistema es porque está sirviendo para algo, pero ¿Para qué podría estar sirviendo esta culpa aparentemente irracional?
    Pongamos un ejemplo, pensemos en Juan, un hombre que ha enviudado hace unos meses. Durante la enfermedad de su mujer se sintió culpable por no poder «salvarla», y ahora, cuando han pasado unos meses de su muerte, sale con sus compañeros de trabajo a cenar, y se lo está pasando bien, cuando de repente, se da cuenta de que está disfrutando, automáticamente se siente culpable, deja de sonreír, se despide (o no) de sus amigos, y se va a su casa. ¿Qué ha pasado?
    Esta situación será más comprensible para nosotros si conocemos lo que es la culpa defensiva. En principio pueden parecer términos antagónicos, ¿puede la culpa protegernos de algo? La respuesta es . La culpa puede protegernos del sentimiento de impotencia ante una realidad dolorosa.
    Este es un concepto muy estudiado y comprobado en niños maltratados, los cuales forman una imagen de sí mismos como inadecuados y merecedores del castigo, porque genera muchas más ansiedad pensar que los padres, que son los que le tienen que proteger a uno le maltratan, que pensar que el culpable es uno, y que cuando seamos buenos, no nos pegarán más. Es más llevadero ser un pecador en un mundo gobernado por Dios que vivir en un mundo gobernado por el diablo. Nos resulta más doloroso sentir que no tenemos ningún control sobre las cosas malas que nos pueden pasar, que sentir que somos malos.
    Entonces, volviendo al caso de Juan, podemos entender que cuando su mujer enfermó, para él era menos doloroso pensar que había algo que podía hacer y no lo estaba haciendo (lo cual le generaba culpa) que asumir que no había nada que él pudiera hacer para salvar la vida de su mujer. Ahora mismo, también necesita seguir sintiendo que todavía hay algo que puede y debe hacer, por lo que cuando se sorprende a sí mismo divirtiéndose se siente culpable por no estar haciéndolo.
    Poco a poco Juan podrá ir asumiendo la realidad en la que vive y su falta de control para recuperar la vida de antes. Esto en un principio generará un gran dolor, pero poco a poco podrá ver que todavía tiene elementos en su vida que le permiten construir una vida con sentido y que merece la pena ser vivída. El dolor, la pena y el sufrimiento es algo inevitable cuando perdemos a un ser querido, pero la culpa no, la culpa está al servicio de la fantasía de control.
    Por supuesto, la culpa defensiva no explica todas las situaciones en las que sentimos culpa, pero es un concepto a tener en cuenta cuando nos enfrentamos a un sentimiento de culpa que por otro lado reconocemos como injusto.

    ¿De dónde provienela culpabilidad?

    Se forma desde la infancia y forma parte de la característica humana de formar estructuras sociales y normas. Se trata por tanto de una forma de mantener el orden público, familiar y relacional.
    Por tanto, su origen es social, de hecho prácticamente todas las culturas del mundo fomentan el sentimiento de culpa desde la infancia. En unos casos se promueve la culpa interna (“eres malo por no estudiar”) y en otras la externa (humillaciones públicas).
    Con el tiempo las normas que se van aprendiendo desde la infancia, comienzan a formar parte de los valores de cada uno.

    ¿Cuándo lo tenemos?

    Este sentimiento esta influido por varios factores: familiares, personales, sociales y culturales. Es decir, no va a ser lo mismo si vives en una cultura que da mucha importancia a la religión que si no es tan importante. Y también dependerá de si en tu familia se fomenta la culpabilidad o no.
    Suele surgir cuando sentimos que estamos haciendo daño a otras personas. Algunos casos comunes son:

    • Comportarse de forma agresiva.
    • Insultar.
    • Destruir una relación a partir del comportamiento.
    • Dañar físicamente.
    • Abandonar una relación.
    • Hacer daño psicológico.
    • Por no lograr lo que los demás esperan de uno.
    • Comer demasiado.
    • Al decir “no”.
    • Por ser feliz y los demás no.

    En algunos casos ese sentimiento puede ser más o menos justificado, aunque en otros es totalmente desadaptativo, es decir, no cumplirá otra función que fomentar tu malestar. Por ejemplo, cuando eres feliz y sientes culpa porque hay otras personas que son infelices. En ese caso es probable que hayas aprendido que la felicidad de los demás es más importante que la tuya.

    Cuando es real

    Como he dicho, el sentimiento de culpa es beneficioso porque permite adaptarse socialmente y evitar ser impulsivo. Si no existiese la culpa no se si el ser humano seguiría existiendo.
    Permite por tanto sentir empatía por los demás y evita que hagamos mal a los demás.

    Cuando es perjudicial e irreal

    Es en este caso cuando esta sensación se vuelve muy perjudicial, desagradable y dolorosa. Tan grande es su fuerza que puede llegar a controlar la voluntad de una persona y, de hecho, las personas manipuladoras la usan para aprovecharse de los demás.
    El peor de los casos es cuando sentimos la culpa por algo que es totalmente ajeno a nosotros. Por ejemplo:

    • Por el hambre en el mundo.
    • Por las guerras de otros países.
    • Por la separación de los padres.
    • Un ataque terrorista.
    • Violaciones.
    • Cuando no hemos logrado algo.

    En estos casos, la facilidad con que surge la culpa se puede deber a que la persona ha sido castigada y reprochada a menudo y por causas sin mucha importancia. Además, una autoestima baja siempre empeora la situación.

    La necesidad de aprobación

    Generalmente, cuanto más necesidad de aprobación por los demás tiene una persona, más culpa o malestar siente.
    Por una parte, si realiza algo que no será aprobado, aunque no sea nada malo, sentirá culpa. Por ejemplo, una mujer que se viste con ropa atrevida y cuya familia es tradicional.
    Por otra parte, sentirá malestar ya que es probable que se ajuste a los deseos de los demás y no a los propios, conduciendo eso por tanto al malestar. Por ejemplo, un chico de 25 años que vive aún con sus padres porque se sentiría culpable de dejarlos solos.

    Estrategias para superarlo

    Disculparse

    A veces una disculpa sincera puede ser realmente liberadora. Puede resultar la más lógica aunque muy a menudo no se cumple y, si se hace, puede resultar en un gran alivio.
    ¿Tuviste una discusión con un familiar al que dijiste algo que no debiste? Quizás una simple disculpe arregle las cosas y te haga sentirte mejor.

    Técnica de reatribución

    Esta técnica se basa en que examines las situaciones que llevaron a la culpa y atribuirlas lógicamente la responsabilidad a cada persona.
    No se trata de que te liberes de toda la responsabilidad, sino de dar a cada miembro la responsabilidad que se merece y no atribuírtela toda.
    Por ejemplo, en el caso de una ruptura de pareja:
    -¿Qué acontecimientos llevaron a la ruptura? ¿Se podría atribuir parte de la responsabilidad a tu ex?
    Puedes reflexionar y, si te es de ayuda, escribir la nueva “reatribución”.

    Elimina las fuentes de culpa o acepta tu comportamiento

    Si por ejemplo te sientes culpable por estar con otra mujer o hombre fuera de tu matrimonio, tienes dos opciones:

    • Aceptar tu comportamiento y dejarlo de ver como aceptable. Entonces
    • Cambiar tu comportamiento y hacer que tu matrimonio vaya mejor.

    En cualquiera de los dos casos es tu responsabilidad elegir eliminar la culpa y aceptarte a ti mismo. Solo tendrás que tomar la decisión que más creas conveniente.

    Busca la falta de aprobación

    Si, justo al contrario que lo que hace la mayoría de la gente. No quiero decir que dañes realmente a los demás o que cometas actos antisociales, sino que a partir de ahora, hagas realmente lo que tú quieres y que no te intentes ajustar a los deseos de los demás.
    Básicamente es hacer lo que quieras siempre y cuando no hagas daño psicológico o físico a alguien. Ejemplos:

    • Ponerte la ropa que quieras.
    • Ir a los lugares que quieras. ¿Ya no quieres ir más a misa? ¿No quieres ir a casa de un familiar pesado?
    • No sigas al “rebaño”.
    • No des propina.
    • No laves los platos.

    Otras estrategias

    -Mira el pasado como algo que no puede cambiarse pero si de lo que aprender.
    -Escribe un diario de culpas y apunta todas las ocasiones en que te sientes culpable, anotando cuidadosamente por qué, cuándo y con quién sucede y lo que estás perdiendo en el presente al angustiarte por el pasado. El diario te podrá dar sin duda algunas percepciones internas de tu zona de particular culpabilidad.
    -Evalúa las verdaderas consecuencias de tu comportamiento. En vez de buscar sentimientos místicos para determinar las afirmaciones y las negaciones en tu vida, determina tú mismo si los resultados de tus actos han sido agradables y productivos para ti.
    -Trata de enseñarle a las personas que tienen que ver con tu vida y que tratan de manipularte por medio de la culpa de que tú eres muy capaz de enfrentarte con las desilusiones que les provoque tu –comportamiento. Por ejemplo: “Manuel es tu decisión enfadarte porque se me apetezca quedarme en casa y no ir a ver el partido”.
    -Cuestiónate las reglas sociales: ¿porqué tienes que sentirte culpable por no ir a misa? ¿y por no fregar los platos? ¿y por no hacer lo que los demás hacen?

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